En el fondo de todo patriotismo está la guerra: por eso no soy patriota. Jules Renard
Parafraseando a Renard: yo tampoco. Cuánto se parecen a los detestables camisas pardas: por eso no soy patriota o nacionalista. Bueno, por eso, y porque es un sinsentido embrutecedor y estéticamente insufrible: aquelarres pueblerinos poblados de banderas y primaria efervescencia racial. Qué espanto y qué pánico me producen esos chirriantes y penosos espectáculos, donde vociferantes y gregarios seres chapotean en el cenagal de su ignorancia. Qué huérfanos y desvalidos deben sentirse los que se agarran desesperadamente a una bandera. Sin embargo, sí me siento ubicado cultural y sentimentalmente en unas coordenadas: en el país del que tengo documento acreditativo de que existo administrativamente, único referente más o menos fiable, porque he nacido y vivido en él (pero, tranquilamente, sin aspavientos tragicómicos); en la cultura y valores democráticos occidentales y en la literatura y el arte en general. Lo demás me queda lejos, como, por ejemplo, las culturas exóticas y sobre todo las expresiones religiosas radicales, intransigentes y asesinas. También detesto profundamente las ideologías políticas contradictoriamente autodefinidas como «populares» que resultan, indefectiblemente, totalitarias, dictatoriales y, por lo tanto, también asesinas.