La arquitectura que pergeñan los dictadores está concebida para impresionar: yo me sentía un poco asustado caminando por el recinto. Las personas que deambulábamos por ese inmenso escenario, íbamos de un lado a otro sin sentido aparente, pequeños y perdidos. Miraba con recelo en torno mío y me sentía amenazado por cualquiera que estuviera cerca. De pronto divisé a un tipo uniformado que caminaba decidido hacia donde yo estaba. No había nadie en las inmediaciones, me encontraba solo. Miré a mi alrededor por si me había metido en algún sitio prohibido e instintivamente disimulé mi vieja y aparatosa cámara en el lado oculto a su vista. Empecé a imaginar que se dirigía a mí, con voz autoritaria, diciéndome: -ha sido usted descubierto por nuestros sensores de pureza doctrinal. Sabemos que no es de los nuestros y por lo tanto sospechamos que está urdiendo un plan de ataque a nuestras sagradas instalaciones y valores. Tiene cinco minutos para abandonar el recinto, pero antes le requisaremos la cámara y lo que lleve encima-. Yo temblaba sobrecogido y desvalido. El individuo llegó a mi altura y siguió adelante sin tan siquiera mirarme. Era un jardinero. Respiré aliviado.
8 JULIO 2009
© 2009 pepe fuentes