…Hicimos varios viajes juntos: que recuerde ahora, a Lisboa, Almería, excursiones de fin de semana al campo, y en todos ellos tu compañía fue muy importante. Una de las actitudes que mantuviste hacia mí y que más te he agradecido siempre es que me cuidaste mucho en mis crisis, que a mediados de los ochenta fueron frecuentes: siempre te sentía próximo y atento y eso era muy valioso y muy importante para mí. Sin ti todo habría sido mucho peor, seguro. En esos momentos eras el amigo más cercano y con el que compartía mis más íntimas preocupaciones. A primeros de los noventa, cambiaron nuestras circunstancias, sobre todo porque ambos establecimos relaciones sentimentales estables; dejamos de practicar el permanente deambular por historias amorosas que no lo eran tanto. En mil novecientos noventa y siete te casaste con Emilia, la mujer que más tiempo había permanecido junto a ti en aquellos años tan movidos y cambiantes, y os hice algunas fotografías de boda. Hicisteis una fiesta especial en la que lo pasamos muy bien. Luego, hijos, esa experiencia tan tremendamente exigente. A partir de ahí nos perdimos de vista, porque claro, no es fácil acompasar los ritmos cuando hacíamos cosas muy distintas: tú cuidabas bebés y mi hijo Gabriel ya era universitario. Así empezamos a perdernos un poco hasta que hemos llegado a vernos sólo dos o tres veces en diez años. Ahora, entre otras cosas, te dedicas a psicoanalizar pacientes en tu consulta, y seguro que lo haces brillantemente porque la vocación siempre la tuviste; de eso doy fe. A mi me oíste mucho, aunque como amigo, pero con indudables habilidades en esos trances…
5 AGOSTO 2009
© 2009 pepe fuentes