…Cuando salí a la calle, bastante feliz por lo que había disfrutado, a pesar de mis sordas y tontas estrategias elusivas de obsesivos guardianes, me dispuse a fotografiar por los alrededores. ¿Por qué no permitirán fotografiar?, y sobre todo: ¿por qué no me dan a mí, insigne fotógrafo artista, un permiso especial que me garantice la inmunidad ante sádicos e insensibles centinelas? No tengo ni la más remota idea, debe ser por «la pasta«, aunque en mi caso no les ocasionaría la pérdida de un solo euro; este sitio no tiene intereses económicos, sólo terapéuticos. A lo que iba: después de tanta belleza y misterio, me apetecía emplear un rato en ser también un poquito «artista» y me dirigí, como siempre, al patio interior de la ampliación, mi plató habitual siempre que voy al Museo…