…Soy hijo de la literatura o de lo que escriben los demás; lo que provoca que me pierda en demasiadas ocasiones en mundos ajenos. Esa es mi condena, pero también mi salvación. De cualquier forma, la suerte está echada: no pienso cambiar (por ahora). Por eso, en el momento de fotografiar, en la mañana de fiesta de mi extraña y abúlica ciudad, decidí que lo único que me interesaba eran las caras; caras y caras, todas las que pueda llevarme; era mi botín de esa mañana. R. Argullol escribió: «tenemos la cara que merecemos; tenemos el alma y el destino que merecemos; tenemos, incluso, los demonios y los dioses que merecemos«. Aparentemente, todas las personas que pasaban delante de mi cámara, compartían ciudad, experiencias religiosas, dioses y demonios y muy probablemente hasta el sentido de su destino, aunque sus circunstancias cambiaran en algo; pero no dejarían de ser sólo eso, circunstancias. Yo quería saber si también sus caras denotaban lo mismo, todas lo mismo, como si la hermandad de sus almas hubiera cristalizado en sus rasgos, en su piel y hasta en su olor…
28 AGOSTO 2009
© 2009 pepe fuentes