Seis de agosto de dos mil nueve: termino de leer Kafka en la Orilla, de Haruki Murakami. Los prodigios se encadenan necesariamente, con naturalidad; sin ellos la historia y los personajes que la habitan serían inconcebibles. En todas sus novelas suceden hechos fabulosos, emocionantes, divertidos y tristes al mismo tiempo; por eso me apasionan. Recurro a la literatura para acceder a la magia de lo inexplicable, porque mi vida ha transcurrido siempre por territorios convencionales y previsibles; siempre constreñida por el miedo y la falta de talento y grandeza. Esas limitaciones no han cegado todas las ventanas y, al menos, el deseo de luz (también de oscuridad) empuja a mi espíritu, mi cerebro y mi voluntad a desear pisar territorios inexplorados y fantásticos; a perderme en bosques inescrutables y peligrosos donde no haya vuelta atrás; a vivir experiencias que duran el tiempo que incomprensibles puertas pétreas se abren y se cierran sin saber por qué. También quisiera, como los personajes de Kafka en la Orilla, hablar el idioma de los animales, de los bellos caballos, por ejemplo; o de los gatos, o los leones. Porque me atrae el misterio y la belleza, me apasionan las novelas de Murakami.
19 SEPTIEMBRE 2009
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