A lo largo de más de setecientas páginas y muchas horas de lectura, disfruté de prodigios que me habría encantado vivir. Me gusta y necesito leer ficciones mágicas, pero que transcurran en este tiempo, que al fin y al cabo es el mío. Reconozco que me sirvo de los demás para acercarme a improbables dimensiones de la vida. Esa pasividad parasitaria no me satisface del todo, así que la combato incansablemente, ayudándome de mis viejas cámaras, buscando indicios, señales, pistas que me lleven a escenarios donde pueda atisbar, aun fugazmente, la belleza, el misterio de las preguntas sin respuesta. Aspiro, no sólo a contar lo que intuyo y que se resiste a mi mirada, o sencillamente me es negado, sino a conseguir a través del intento fotográfico, no siempre cierto, penetrar en los sueños, en los secretos y en la aparentemente tangible materia fotografiada. Uno de mis más fervientes deseos siempre ha sido acercarme a lo otro, cuando intuyo que también podría ser lo mío; aunque resulte tan incierto. Mientras, las historias de autores como Murakami son inexcusables porque, sin ellos, la vida es infinitamente más pobre, para los que ya somos pobres de por si.
20 SEPTIEMBRE 2009
© 2009 pepe fuentes