Hace un rato que comenzó el otoño. Pasan los días y los días y no hablo con nadie; salvo con Naty. Escucho furiosamente la radio (o no); realmente sólo la tengo sintonizada, de la mañana a la noche, la oigo, pero no siempre la escucho. También camino una hora y quince minutos al día, como un autómata. Tampoco escucho mis pasos. Quizá el oído no sea el sentido más importante, porque para ser realmente útil necesita de otro más trascendente: las ganas. Con este feo asunto de mi voluntad otoñal, seguiré mañana…
6 OCTUBRE 2009
© 2009 pepe fuentes