…El tipo fotografiado también se fue. Mientras ocurrieron las maniobras fatales, con individuos sí, individuos no, Naty estaba a lo suyo, también fotografiar, y supuse que con mejor fortuna que yo; ella al menos no tenía que maniobrar con traqueteantes maletas y pesadas y lentas cámaras viejas (aunque muy artísticas). Me senté, desolado, en un pequeño escalón. Era una calle muy corta y funcional, sin carácter. No había nadie que me distrajera de mi decepción. De pronto reparé que en la pared de enfrente, revestida de un frío e inhóspito granito, una sugestiva luz resbalaba por la pared suavemente, titubeando y languideciendo lentamente. Era como si se ofreciera generosa y tímida por si nos servía de algo. Me levanté de un salto (el síntoma se había hecho presente otra vez en forma de punzada, aunque no recuerdo dónde). Dije a Naty que se colocara en la pared, a la luz de la luz amiga. Volví a sacar mi cámara grande y fotografié varias veces. Como me sentía muy animado pedí a Naty que me fotografiara con mi cámara; pero, la luz no estaba dispuesta a llegar tan lejos. Nada más colocarme, súbitamente, se apagó, despareció. Su generosidad no soportó tanta exigencia. Recogimos el equipo y nos fuimos (yo traqueteando, otra vez). Es curioso como se muestra el azar fotográfico: creo que ésta es una excelente fotografía que no habría sucedido, si no es por el deseo de fotografiar a los individuos sí, individuos no.
11 OCTUBRE 2009
© 2009 pepe fuentes