…Las formas del impecable edificio, situado en una paraje áspero, mesetario y reseco, en medio de la nada más desapacible, me provocaba una cierta desazón. Me dispuse a fotografiar excitado e inquieto. Sentía un nerviosismo temeroso que no me permitía concentrarme. Presentía que en cualquier momento aparecería alguien que me ocasionaría problemas. Para terminar pronto decidí fotografiar con la cámara pequeña. Cuando llevaba unas quince tomas sospeché que no tenía rollo dentro: lo comprobé y, efectivamente, la cámara estaba vacía. Todo resultaba extraño e irreal: el aeropuerto de un solo vuelo al día, el quimérico edificio, el vacío inexplicable de la zona (y de mi cabeza). Nada parecía ir bien, pero no pude evitar una sonrisa de satisfacción al pensar que vivo en una de las regiones más surrealistas y extrañas que se puedan imaginar. Me gusta mucho que sea así. Al fin y al cabo yo soy tan absurdo como la aparente realidad que me rodea cotidianamente. Después de media hora empecé a convencerme de que allí no había absolutamente nadie, pero esa favorable circunstancia no me tranquilizaba del todo; el edificio me parecía incomprensible y turbador…
7 NOVIEMBRE 2009
© 2009 pepe fuentes