Aunque el Microviaje había finalizado, al día dieciséis aún le quedaban unas horas; llegué a mi casa a las seis y media de la tarde. Comí (aunque era tarde no lo había hecho antes), me duché y cambié de ropa y me dispuse a asistir a la inauguración de una exposición en la que participaba un viejo amigo (ahora, ambos, nos hemos dado al olvido mutuo). Exponía fotografías. El acto artístico y social estaba previsto para las ocho. Salí de mi casa a las siete y media. Tenía que atravesar la ciudad caminando de este a oeste. Había tiempo, así que iba despacio. Entre dos luces y en penumbra, las calles solitarias y sombrías emitían sonidos apenas audibles; como salmodias quejumbrosas de espíritus arrinconados por el tiempo, aquejados de una decrepitud exangüe e irreversible. Creo que me estoy poniendo muy artista y afectado y como no es mi intención en este momento, para calmarme dejo de escribir inmediatamente. A veces no puedo reprimir mis ansias «creativas». Seguiré mañana…
12 NOVIEMBRE 2009
© 2009 pepe fuentes