…Mi recorrido incesante por las calles dio tiempo a que la monja comprara y volviera (aunque no se aprecia bien, en el momento de la fotografía está entrando en el convento con una bolsa en la mano). Las emociones seguían sin presentarse: ni estéticas, ni fotográficas, ni sociales, ni existenciales; y por si fuera poco, tampoco veía mujeres que me gustaran. Un personaje de una película de François Truffaut le decía a un amigo algo así: -cuando en un vagón de metro no hay ninguna mujer que me guste, me cambio a otro-. A mi me pasa algo parecido; pero no tenía otra ciudad cerca a la que cambiarme…
23 NOVIEMBRE 2009
© 2009 pepe fuentes