A modo de acercamiento o introducción al propósito del que vengo escribiendo estos dos últimos días, diré que parto de una frecuente irritación con ella: por provinciana, desvitalizada, mediocre, previsible y anodina. Habitada hasta la náusea por una iconografía católica (a pesar de ser la referencia cultural y espiritual de las tres culturas, nada menos), carece de cualquier atisbo o síntoma de cosmopolitismo. Diariamente llegan a ella varios miles de visitantes ávidos de conocerla, o quizá, más bien, sólo de coleccionar lugares, fotografías y trivialidad turística. Se desplazan rápidamente de un lado a otro, fotografían furiosa e incansablemente y se van. A la caída de la tarde, las calles quedan desiertas, y sólo en las que desembocan en iglesias donde hay culto, avanzan lentamente figuras con un aire apesadumbrado y cadencioso hasta que son engullidas por las sombras apostadas en los atrios. Al día siguiente la representación se repetirá una vez más; y así hasta el final de todo.
30 NOVIEMBRE 2009
© 2009 pepe fuentes