Miércoles: cuatro y media de la tarde. El plan era fotografiar en las escaleras hacia el Miradero, de noche. Hasta que llegara el momento, algo tenía que hacer. Me acerqué a la plaza del Ayuntamiento, donde también están la Catedral y la casa del Cardenal. Eran las cinco de la tarde. El sol estaba a punto de irse. Había poca gente: algunos turistas rezagados y dos o tres personas sentadas en los bancos. La atmósfera era de una inmensa melancolía otoñal, como casi siempre (hasta en verano es igual). La luz se apagaba lentamente y los transeúntes caminaban rápido sin mirar hacia ningún lado. Daba la impresión de que la catedral emitía ondas perniciosas y sombrías. Tristes. Observé durante unos minutos la fachada y cómo la luz del último sol era absorbida por las piedras que, a cambio, sólo devolvían pesadumbre. Intenté fotografiar lo que creía ver. Por la acera de la catedral pasaban personas creando formas espectrales. También me fijé en dos mujeres de negro sentadas cada una en un banco…
2 ENERO 2010
© 2009 pepe fuentes