…Mi tía, Milagros Fuentes, ya se ha marchado. Era la única persona, entre mis familiares mayores, con la que mantenía una relación afectiva y sentida. Falleció el día dos de enero, de madrugada, a los setenta años. Maldita muerte, siempre inoportuna y dolorosa. Mi tía me cuidó mucho de niño, y lo más importante, me quiso; lo notaba entonces y ahora, cuando hablaba con ella de tarde en tarde. Milagros fue una gran mujer, generosa y esencial para todos los que tuvimos la suerte de tenerla cerca. Sus hijos estaban conmocionados: como ella, son capaces de transmitir sus sentimientos de forma intensa y sincera. Tampoco nos vemos, pero no es eso lo que importa, sino el hecho de habernos sentido cerca en el trágico momento de despedirla. Cuando niño, en otra época y en otro mundo, mi tía iba a buscarme en burro, me llevaba con ella a su casa (la de mis abuelos), y allí se preocupaba de que lo pasara lo mejor posible (vivíamos en fincas rurales colindantes: Loches y Zurraquín). Me liberaba de mis crisis de aburrimiento de niño abocado a jugar siempre solo, seriamente, como un buen niño. Eso era tan importante que no podré olvidarlo nunca. Forma parte de mi vida, donde algunas de las pocas mayúsculas que existieron en mi infancia se las debo a ella.
Fotografía: mi tía Milagros conmigo de la mano.