Un día de diciembre (no recuerdo cuál), nueve de la mañana. Si tuviera agenda estaría permanente desconcertada, porque improviso constantemente. Decidí ir otra vez a la ciudad: Miradero, plaza Zocodover, calle Comercio, cuatro Calles, calle de la Feria, plaza Mayor y cuesta de la Mona. Hacía frío y una espesa niebla que en las calles no se notaba, salvo por la grisura del ambiente. No había matices, ni volumen, ni profundidad. Las calles guardaban sus recónditos secretos. Busqué la del Coliseo; sabía que estaba en la zona. Mis amigos Masao y Harumi Shimono vivieron en ella algunos años. Ninguno de los dos está ya con nosotros. Él falleció aquí, en la ciudad, en el hospital de ladrillo rojo. Ella, ahora, también está en un hospital de Kioto, gravísimamente enferma. Fueron dos entrañables amigos que cambiaron la imperial de allí (Kioto), por la también imperial de aquí. Es curioso los giros radicales e imprevisibles del destino. A veces echo de menos gestos drásticos, airados, definitivos; violentos incluso, ¿por qué no?…
Secándome las manos secretamente
intento encontrar lo que busco.
El aire seco chupándome el sudor de las palmas.
Masao Shimono