Lunes, uno más. Es fabuloso el estado de confusión de los lunes. A veces consigo escribir; la mayoría no. Hoy llevo intentándolo toda la mañana, intermitentemente. A las nueve he recibido un pedido de libros. Me he alegrado y paralelamente me he angustiado. –No podré leerlos todos– me he dicho, con muy mala sombra hacia mi mismo. Han sido diez o doce. Los más esperados: Microcosmos, de Claudio Magris; Providence, de Juan Francisco Ferré; El cobrador, de Rubem Fonseca; Invisible, de Paul Auster; En Grand Central Station me senté y lloré, de Elizabeth Smart; el último de Murakami; un ensayo biográfico sobre Franz Kafka (a ver si consigo saber algo más de él) y varios más. Cuando recibo libros lo que más me gusta es leer los primeros párrafos (luego casi todos terminan arrumbados en la estantería, como testimonio de mi frustrante y habitual «quiero y no puedo»). Bien, a lo que iba, los primeros párrafos: «Hay personas que no se entregan a la pasión, personas cuya apatía las lleva a elegir una vida de rutina en la que vegetan como «abacaxis en un invernadero de piñas tropicales», como decía mi padre. En cuanto a mí, lo que me mantiene vivo es el riesgo inminente de pasión y sus coadyuvantes: amor, gozo, odio, misericordia». Rubem Fonseca. Creo que el primer libro que debería leer es el de Fonseca.
9 FEBRERO 2010
© 2006 pepe fuentes