TETRALOGÍA DEL -no sé, no sé… I (o la risueña combinación de la vulgar gastronomía y el paso del tiempo). Dieciocho de febrero, jueves: me acerco a Madrid a comer con dos de mis mejores amigos. La comida transcurre distendida y risueña. Permanecemos en la mesa tres horas. Nos sentimos contentos juntos. Somos amigos desde hace treinta años. Ya nos vemos poco. Crear esas amistades, ahora, sería imposible. Ya no es hora. Nuestros temas de conversación son: la ciudad, la nuestra, la de los tres. Superficialmente, hablamos de algunos autores que han escrito sobre ella: Barrés, Pérez Galdós, Blasco Ibáñez, Rilke, Marañón, Luis Moreno y algún otro. También cotilleamos un poco sobre anécdotas de la ciudad que recordamos. De ahí, al paso del tiempo (a mi me preocupa, estamos algo viejos ya). Ellos se muestran tranquilos y a mi me acusan de paranoico. A medida que la comida avanza, pasamos a aspectos aparentemente más frívolos (no lo son en absoluto), como experiencias sexuales y el tiempo perdido en ese terreno; o más bien lo cortos que nos hemos quedado en esas vivencias (léase variedad o cantidad). En eso no hay acuerdo: uno de mis amigos se siente satisfecho, el otro y yo pensamos que las estadísticas podrían haber sido más generosas (habría significado más momentos de placer, tan deseables siempre). Resulta inevitable echarnos un vistazo tanto física como anímicamente en relación con ese complicado asunto (sobre todo para cincuentones como nosotros), y, felizmente, parece que los tres gozamos de buena salud, porque es el momento que más nos hemos reído de las tres horas que hemos pasado juntos. No sé, no sé…
9 MARZO 2010
© 2005 pepe fuentes