…Después de unos días deseando ver la revelación (no recuerdo cuantos), finalmente me entregaron la ansiada copia, la miré intensamente buscando las claves de mi singularidad, pero no, allí no había nada de lo que yo deseaba encontrar, de lo que estaba seguro que aparecería. No me reconocí (aún dudo de que el tipo de la fotografía fuera yo, aunque la vestimenta era la que llevaba aquel día). La puesta en escena, tan misteriosa, aunque fugaz, había hecho que me confundiera. La decepción arrasó todas mis ilusiones y la triste copia en blanco y negro, de trece por dieciocho centímetros, fue a parar al cajón de los objetos olvidables. No, en esa fotografía aparecía un individuo de cartón piedra, no había ni vida, ni sombra, ni nada…
9 ABRIL 2010
© pepe fuentes