…Todos llevamos nuestro mundo con nosotros y eso es todo un mundo. Nuestras vidas resuenan en el rostro, en el cuerpo, en las actitudes, y eso se reflejará, aunque sea fugazmente, en la forma de relacionarse con la cámara (es fundamentalmente ella la que se encarga de activar los mecanismos de introspección). Ambos, el fotógrafo y el fotografiado, soportamos la epifanía del retrato. La prueba es para los dos por igual, aunque cada uno esté al lado opuesto de la caja de los truenos. Nos miramos atentamente, solos, sin refugio posible, a cuerpo y mirada limpia: uno mirando el objetivo y el otro el visor, y que cada uno salve lo que pueda de esa tormenta. Por eso y por otras muchas cosas, los retratos son la experiencia más esencial de mí propósito fotográfico. Cuando alguien se para ante mi visor, en ese preciso instante, es la persona más importante del mundo para mí…
La foto-retrato es una empalizada de fuerzas. Cuatro imaginarios se cruzan, se afrontan, se deforman. Ante el objetivo soy a la vez: aquel que creo ser, aquel que quisiera que crean, aquel que el fotógrafo cree que soy y aquel de quien se sirve para exhibir su arte. Roland Barthes