Dos de Abril: nos levantamos temprano, a las cuatro de la madrugada, y emprendimos viaje a una lejana ciudad, al noroeste: escarpada, antigua y bella. Era el día de la fiesta católica a la que llaman Viernes Santo. Los fieles seguidores de esta religión conmemoran el martirio y muerte del supuesto hijo de su Dios, Jesús de Nazaret, hace dos mil diez años (es una religión necrófila, como todas). Sin el fatal culto a la muerte no habría religiones. A todas, creo, porque apenas sé de esas cosas, les irrita mucho todo lo que suponga celebración de la vida en su vertiente más connatural al género humano: la percepción gozosa del cuerpo. Les guste o no a esas gentes, sólo somos un cuerpo y cuando éste muere se acaba la fiesta. Las dichosas religiones combaten fiera y obsesivamente todo lo que suponga risa y placer de los sentidos (del cuerpo). Por eso y otras muchas cosas no me gustan las religiones…
20 ABRIL 2010
© 1984 pepe fuentes