…A las nueve y media de la mañana, por la calle principal que asciende con dureza hasta la plaza de la catedral, empezaron a concentrarse hombres con túnicas azules, o negras, o rojas, o blancas, y cordones amarillos con borlas que les ceñían la cintura. Tocaban y tocaban el tambor y de pronto, inesperadamente, paraban. Se reunían en espontáneos grupos que se disolvían y volvían a formarse otros. No parecían ni tristes ni alegres; sólo charlaban entre ellos y tocaban y tocaban, intermitentemente. Les fotografié sin que ninguno de ellos se fijara en mí…