…En uno de los dos prodigiosos miradores al vacío que tiene la ciudad (uno al este y otro al oeste: «está enclavada en un espolón rocoso, alto y angosto entre dos profundos fosos labrados por dos ríos, poco antes de que ambos confluyan».-, información cierta de una guía), me encontré a un aplicado fotógrafo. Me gustan los fotógrafos que se toman en serio lo de hacer fotografías; debe ser una cuestión empática. Observé con extrañeza y con una cierta envidia su entusiasmo (yo no conseguía motivarme tanto como él); sus posturas algo forzadas para conseguir el ángulo adecuado, su concentración en la toma, sus incesantes cambios de lugar para conseguir el encuadre deseado, hicieron que sintiera simpatía hacia él. Como no tenía prisa esperé a que terminara, porque cuando se marchara tendría que cruzarse conmigo. Al pasar junto a mí se fijó en mi aparatosa y preciosa cámara grande, me miró y me dedicó una amplia sonrisa, de camaradería, supongo. Debió ser que me reconoció como uno de los suyos…
6 MAYO 2010
© 2010 pepe fuentes