…cinco horas y media después decidí volver a mi no menos remota ciudad, también situada en un montículo, alto y rocoso. También antigua y bella a ratos, pero con un solo río en el fondo del precipicio, aunque más caudaloso. Todas las ciudades de mi entorno vital y cultural se parecen, en todas ocurre y no ocurre lo mismo. Los que las habitamos nos parecemos y solemos hacer cosas muy parecidas (todos tenemos la misma cara macilenta y abotagada por la perniciosa costumbre de lo mismo). No llego a comprender el apego que tenemos los humanos a los llamados rasgos e identidades culturales «propios» o mejor dicho, los que nos encontramos en el lugar en el que nacimos. ¡Que aburrimiento, por dios!
9 MAYO 2010
© 1982 pepe fuentes