…Para terminar las observaciones de estos días sobre –la habitación-, mencionaré un dilema sobre el que he reflexionado sin llegar a ninguna conclusión: ¿los retratos tendrían que complementarse con un información sobre el retratado? No sé. Dado que ninguno de mis personajes son notoriamente conocidos (que yo sepa y hasta ahora), quizá fuera de interés para la micro-historia que hemos vivido juntos, una breve semblanza de cada uno de ellos. A fin de cuentas, todo empeño fotográfico tiene que ver con la memoria y la lucha contra el olvido. Dentro de un tiempo, cuando apenas seamos reconocibles en el semblante con el que aparecimos en la galería, probablemente nos gustaría que esa imagen quedara eternamente unida a nuestro nombre y a nuestros actos. Si los retratos de –la habitación-, se mantuvieran vivos cien años más, probablemente, todo aquel que se detuviera a mirarlos se preguntaría quiénes fueron esas personas; qué pensaban, qué sintieron ante la posibilidad de que su imagen quedará fijada en el tiempo. Pero, lo cierto es que no debo inmiscuirme en la historia de los demás. Únicamente estoy interesado en contarme la mía y tangencialmente la de los míos. Por el momento, y salvo que ellos me pidan otra cosa, sólo señalaré a cado uno de los retratados con un nombre (sin apellidos), simplemente para evitar la fría sensación del total anonimato.
Este hombre, por ejemplo, se llama Agustín, y pasó por -la habitación- el ocho de mayo.
25 MAYO 2010
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