Tres de Junio II…En el monasterio, el dormitorio de los monjes: una espaciosa sala, alargada; a los lados se sucedían unos escuetos compartimentos, en cada uno de los cuales sólo había una cama de madera, una silla, y la supuesta intimidad sólo preservada por una leve cortina. Al fondo del enorme dormitorio común, un altar: orar, comer, dormir, y así un día tras otro hasta el final del tiempo. Siempre ha sido para mí un enigma cómo es la vida cotidiana de los monjes (y las monjas, claro); cómo consiguen, si es que lo logran, eludir sus perentorias necesidades carnales (y todas las demás), inherentes a su condición humana. Supongo que lo consiguen gracias a su fortaleza espiritual o a la fe, por ejemplo (que como todo el mundo sabe es creer en lo que no existe), pero no me lo creo del todo, porque todo eso me parece demasiado ingenuo y elemental para que sea realmente útil. No sé. Sospecho que la práctica religiosa, escondida y al mismo tiempo pública y exhibicionista, encierra una monstruosa y enfermiza contradicción. Prefiero suponer que los que se encierran hacen lo que todos, pero sin tener que salir al mundo a buscar con quien satisfacer las ineludibles necesidades. La vida en el mundo también puede representarse en un espacio reducido y con pocos personajes. Creo…
2 JULIO 2010
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