Tres de Junio VII: después, Tritón, un gigante mitológico amenazante custodiando el dintel de la gran puerta de acceso, cerniéndose sobre nuestras cabezas de turistas horteras (si Fernando II, nos viera…), y que fotografié con resultado deplorable. No parecía que me estuvieran asistiendo los dioses fotográficos. En caso de que existieran las deidades preferiría que fueran abundantes. Ya de muy pequeño (seis años), cuando me explicaron en el colegio el enigma de la «santísima trinidad», volví a mi casa contando muy ufano y seguro de mi capacidad para asimilar conceptos complejos e inexplicables, que había tres dioses. Cuando entre risas y bromas intentaron corregirme diciéndome que no, que era uno solo, me enfadé mucho y además no me lo creí (a mi me habían dicho que eran tres, sin duda, e incluso que uno era un pájaro). El desdoblamiento de un mismo dios en otros no era de mi agrado: Dios no debía permitirse esas frivolidades que sólo podían desconcertar a espíritus puros, ingenuos y proclives a un realismo poco imaginativo. Aunque bien mirado, resulta bastante más original todo un elenco de dioses sobrevolando nuestras cabezas y actos. Mucho más tarde reflexioné (quizá hace tan sólo unos días), que la clave de las religiones y de los dioses es, en esencia y en todos los casos, un trasunto artístico, es decir literatura, artes plásticas, diseño, economía y mucho de alta estrategia política. En resumen, la fotografía muestra una maceta del Palacio da Pena, artística, naturalmente, y que, consecuentemente, demuestra que dios y dioses son una creación literaria y que yo, el Olimpo, lo prefiero con varios personajes, y eso me pasa desde chiquitito. Debe ser porque mi mirada ha cambiado poco…
7 JULIO 2010
© 2010 pepe fuentes