Tres de Junio VIII: creo que me estoy apartando de un conveniente estilo narrativo, descriptivo y sencillo, para contar el último viaje a Lisboa; pero es que cuando escribo no pienso, sólo tecleo en el ordenador atolondradamente. Lo de la fotografía es otra cosa, aunque sólo por un pequeño detalle: lo que pulso es el disparador de mi vieja cámara grande. La mirada es la misma, inmutable, por suerte o por desgracia. Todo iba bien en el Palacio da Pena aquella tarde del tres de junio, o al menos eso creía; porque del resultado fotográfico no habría noticias hasta días después. Cuando fotografío sólo cuento con mis sensaciones: intuyo que una imagen va a funcionar o que otra no. A veces resulta al revés. Pero es la diferencia entre dos formas de hacer fotografía: la administrativa o verificable al instante (de la que yo no quiero saber nada: demasiado perfecta para que no me aburriera); o la presentida e inverificable hasta que es demasiado tarde (la única que yo puedo practicar por incierta e imprevisible, y por lo tanto infinitamente más entretenida). Sigo: el espíritu romántico tardío y alucinado en estado puro aparecía por doquier en el Palacio da Pena…
8 JULIO 2010
© 2010 pepe fuentes