Tres de Junio IX: de un patio a otro patio; de un recoveco a un saliente al vacio; a un ángulo, a una torre almenada, a una arcada airosa, a un rincón, a una perspectiva o a una visión, como este mirador que apareció sorpresivamente en un estrecho y sinuoso pasaje que rodeaba el palacio. Mi mirada (la de siempre, la inalterable a pesar del mucho tiempo pasado), y la de la vieja cámara grande, se quedaron en el umbral de la proa almenada. La fotografía estaba allí, en esa línea que no debíamos traspasar, y lo era porque en ese punto se encontraba la sugestiva promesa del otro lado, de lo que hay en otra parte, delante de nosotros pero que no vemos, y si acaso nos atreviéramos a mirar sería decepcionante por reconocible; un desenlace indeseado, un misterio desvelado, un sueño al alcance de la mano. Sólo eso. No recuerdo si me asomé al otro lado, en este momento eso carece de importancia; lo que sí sé es que no fotografié lo que se nos ocultaba, porque mi cámara y yo nos habíamos parado en seco. No queríamos saber más, bastaba con esto, y eso era importante, porque quería decir que nuestra mirada aún no había muerto de agotamiento…
9 JULIO 2010
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