…Espero que este extenuante ejercicio de autoanálisis sea clarividente y útil, y contribuya a que todo lo que haga en el futuro sea -interesantísimo-, tanto que sienta vértigos de asombro y admiración hacia mis logros. Sería fantástico porque supondría que, aunque uno pueda haber hecho muchas bobadas, en algún momento se verá redimido por la experiencia y la sabiduría adquiridas con el hecho de vivir y hacer. Todo el mundo tiene su «tempo». Hay gentes que alcanzan su plenitud pronto y les dura mucho tiempo, e incluso no dejan de progresar nunca, o al menos evolucionar convenientemente, y esos son unos privilegiados. Otros, sin embargo, llevan un ciclo lento y casi todo les llega a destiempo, o dicho de otra forma, cristalizan tarde (en el mejor de los casos yo soy de ciclo muy lento). Por último, están los que nunca llegan a nada (me temo que realmente pertenezco a estos últimos). Mi abuela paterna, Eulalia, era de esa opinión, que yo era un niño que no valía para nada. Esta es otra fotografía de aviones rotos, en Tucson, Arizona, que no sé muy bien qué sentido tiene hoy, pero que me gusta bastante.