…A veces ocurre. Lo único que necesito previamente es decidir el lugar al que viajaré. Luego, una mínima información para ubicarme y comenzar a caminar. Más tarde, la anulación en mi conciencia de la morfología histórica y sociocultural de la ciudad o del lugar. Lo que importa es la forma, el espacio, quizá también el tiempo; pero ¿cuál de ellos? Desde los albores de la filosofía se viene pensando –el tiempo-, y precisamente es Platón el que aporta una de las definiciones más poéticas: «El tiempo es la imagen móvil de la eternidad»; sin embargo, me siento más concernido con las teorías de los existencialistas, como Heidegger, en la que relaciona la temporalidad del ser del hombre, «preocupado» por su propia posibilidad de ser en el tiempo. El infalible transcurso entre la vida y la muerte. Podría pensar en distintos tiempos aplicados: el fotográfico, o el artístico, o el poético, o el místico, o el metafísico, pero no, porque seguramente me perdería en disquisiciones inútiles; no sé manejarme bien entre los procelosos, infinitos, sinuosos senderos donde vive escondido el tiempo en sombrías grutas, dispuesto a jugarnos malas pasadas. Su percepción consciente se parece tanto al dolor, a la nada, al dolor…