Cinco de Octubre. Otoño ya. Doce cuarenta y tres (p.m.). Termino el diario de este mes. Tan imprevisible (o no tanto). El caballo cansado, muy cansado, sostiene al viejo y supuestamente heroico militar. El hastiado caballo está a punto de caerse derrengado por el peso de la gloria y la altivez del triunfal guerrero. Tantos años ya representando un papel secundario, que está a punto de mandar al mundo a la mierda y tumbarse a descansar. Nunca he visto un caballo, en este tipo de estúpidas representaciones, en actitud tan lúcida y coherente. Y cansada. Qué podía importarle al escéptico caballo la gloria de semejante botarate uniformado. No me tomé la molestia de averiguar cómo se llamaba el triunfador. Para qué. A mí sólo me interesó el caballo.
31 OCTUBRE 2010
© 2010 pepe fuentes