A mí me gustan mucho más las mujeres que los hombres. Me siento infinitamente más cómodo cuando trato con mujeres que con hombres. Con ellas, salvo que me caigan mal por alguna razón concreta (o no), me siento encantado. Además, mis deseos sexuales se orientan exclusivamente hacia ellas, cuestión de mucho peso en mi personalidad porque el deseo (sexual), tiene mucha importancia en mi vida. S., por ejemplo, hacia la que no siento ningún deseo (porque me he enterado del asunto, y eso que no soy ningún lince), es una mujer hacia la que siento una especial simpatía. La razón: posee un cuidado lenguaje, observaciones inteligentes y agudas, extrema corrección, fino sentido del humor, conversación chispeante (que no burdamente graciosa) trufada de observaciones vitriólicas. A mí, una persona así sólo puede gustarme. También, como todos los demás retratos de este mes, es un personaje de fin de semana, hasta muy de noche. Algo menos de la mitad de los retratos de –la habitación– lo son, claro. Espero que lleguen a ser más los de la noche, porque a la hora de retratar recurro a las personas con las que trato de noche, porque de día no hablo con nadie, ni falta que me hace. Y, por si fuera poco, no tengo tiempo que perder. Bien, sigo con lo que estaba: a S. la fotografié antes de comenzar formalmente con el propósito de -la habitación-, pero que ya intuía como probabilidad deseable. La iniciativa y propuesta de retratar siempre es mía, menos en este caso, que fue ella quien me lo pidió. Me sentí honrado y muy interesado en hacerlo. Me temo, aunque ella no me lo ha dicho, es muy cuidadosa a la hora de mostrar contrariedades, que las fotografías que le hice no respondieron a lo que ella deseaba, pero es que mis fotografías, inevitablemente, me salen como mis fotografías. Es lo que tiene ser, así, como yo.
8 NOVIEMBRE 2010
© 2008 pepe fuentes