Este hombre, G., es la pareja de C. (diario de ayer). También, como ella, fue conocido, o medio amigo, o esa indefinible relación circunstancial que como vengo diciendo no sé cómo se llamaría. En el momento que escribo este texto llevo sin verle diez meses, y más aún, no creo que volvamos a vernos. Tanto a C. como a él, les encanta disfrazarse. Participan y organizan fiestas con el disfraz como pretexto. A -la habitación- trajeron algunos disfraces sin que yo se lo pidiera, y eso estuvo genial. Probablemente hayan sido las personas más dispuestas y desprejuiciadas a la hora de colocarse frente a la cámara. Esa maravillosa disposición, original y atrevida, no es garantía de éxito fotográfico pero sí de pasar dos horas estruendosamente divertidas. Ah, y además, las probabilidades de encontrarme con un mejor retrato, aumentan espectacularmente. Los buenos retratos, en la mayoría de los casos, son sorpresivos, deseados pero no por eso posibles. Aparecen cuando les da la real gana. Eso sí, hay que estar ahí para hacerte cargo de ellos. Por cierto, no sé si este es un buen retrato o no. Sólo sé que me gusta. Después de fotografiar cenamos y charlamos tranquilamente, refiriendo anécdotas y cosas más o menos graciosas. Luego, nos fuimos todos juntos a Madrid a seguir la fiesta nocturna del sábado, hasta muy de noche.
12 NOVIEMBRE 2010
© 2009 pepe fuentes