…Comencé con D., parecía el más tranquilo de los dos; tanto, que el hecho fotográfico se lo tomó con una naturalidad asombrosa (este individuo no es D., es el de ayer, en la habitación, dos días después). Aunque conocía a D. desde hacía algún tiempo, sólo había hablado con él dos o tres veces. Comencé a fotografiar sin ninguna idea preconcebida. Esperaba que la posibilidad -del retrato- surgiera por sí sola. Encuadré y disparé desde distintas distancias. Naty hacía lo mismo. Apenas dirigí la sesión, sólo algunas observaciones sobre la colocación de las manos y la dirección de la mirada. Charlábamos y bromeábamos. B., mientras esperaba que le tocara a ella, hacía observaciones divertidas. Unas copas ayudaban a que el ambiente fuera relajado y festivo. La sesión se parecía muy poco a nada que pudiera considerarse serio. ¿Y qué? Nada. Pues eso…
30 NOVIEMBRE 2010
© 2010 pepe fuentes