…Esta serie mostrará composiciones escultóricas de siglos pasados, generalmente simbólicas, alegóricas, mitológicas, románticas, que remiten a una interpretación creativa misteriosa. Y poética. Siempre me han fascinado las estatuas de piedra, generalmente situadas en jardines monumentales. Atesoran atributos por los que siento una gran debilidad: la textura de su piel dura, el espíritu poético que desprenden, el hermético silencio que transmiten, el resignado olvido y la fuerte sugestión de la sensibilidad de otro tiempo. La realización fotográfica anterior a la digital o pictórica (la que practico), normalmente se atiene a la reproducción directa de los motivos, lo que no ayuda, precisamente, a engrandecer la «originalidad» del fotógrafo. La única intervención reseñable (técnicas artesanales aparte), es la elección de los motivos. Las viejas estatuas tampoco aportan nada nuevo a nada, salvo en el orden poético. Prefiero -imaginar- que a ellas, cansadas y adormecidas, les está reservado el destino que describe Rafael Argullol: «Las estatuas sueñan con que llegará un día en que serán de carne y hueso, vivirán al igual que los hombres, reirán y amarán como lo hacen los hombres. Mientras esperan ese día, y dura el dulce sueño, nada saben de todo lo demás».