En esta absorbente y enajenada agitación, me siento encantado y preocupado al mismo tiempo. Estoy profundizando en algo que realizo porque sí, sin obtener nada a cambio. Nunca. Es importante porque siempre ha sido una decisión pura, desinteresada; jamás mediatizada por ninguna necesidad ineludible (como medio de subsistencia, por ejemplo). Nunca, nadie, ha necesitado que haga o deje de hacer fotografía, ni ninguna otra cosa más o menos creativa. A veces me pregunto, si desapareciera súbitamente, no que me muriera, no, porque maldita la gracia que me hace pensar en eso (luego no lo pienso), sino sólo un acto escapista mágico y divertido, para pasarlo bien, quién coño me echaría de menos a mí y a lo que hago; salvo las poquísimas personas que se han acostumbrado a ver mis cosas, de vez en cuando. Aunque unos días después de la desaparición, también se olvidarían. No, no estoy hablando de autocompasión o de sentirme más o menos apreciado; eso, ahora, da exactamente igual. De lo que hablo es de la importancia que pueda tener o no una obra supuestamente creativa. Mi opinión o sospecha es que, para los demás: Ninguna. Para uno mismo: Toda. Luego es por eso y sólo por eso por lo que me preocupa y me interesa (mucho) que todo salga bien. Ah, y esta Fotografía la he colocado en el recipiente llamado: -las fotos duraderas–
8 DICIEMBRE 2010
© 2000 pepe fuentes