Un lunes de enero. Hacia mediados de mes. A las siete de la mañana entré en mi estudio. El trayecto había sido corto: un tramo de escalera. Miré al exterior, todavía era de noche. Una espesa niebla me impedía ver las luces todavía encendidas. No sabía qué hacer (me ocurre con frecuencia). Sorpresivamente sentí deseos de fotografiar (llevaba más de dos meses sin tener la cámara entre las manos). Las ganas crecían con fuerza. Sin embargo dudé (cómo no, es lo mío). Mejor me quedo a escribir presentaciones de series y a mirar por la ventana, protegido del frío y de un cierto oscurecimiento que últimamente me atosiga, -me dije-. A las nueve no soportaba más mi indecisión, el deseo seguía presente, pegado a mi consciencia. Me decidí. Cogí precipitadamente mis dos viejas cámaras y me fui a vagar por la niebla. Da igual el escenario, -pensé-. Luego me dije que no, que el escenario era importante. Elegí un paisaje cercano por si tenía que volver pronto, ya que todavía dudaba de mi decisión…
1 FEBRERO 2011
© 2011 pepe fuentes