9 ABRIL 2011

…Tres mañanas a la semana del mes de marzo las paso en el laboratorio (también utilizado para bailar). Los planes son pasar dos meses más, como mínimo. Tengo material de treinta y cinco milímetros sin copiar de cinco años o más. Luego, una vez terminadas las copias, a una caja por tiempo indefinido, que no infinito. Quizá algún día se me ocurrirá qué hacer con ellas. No sé. Cada dos horas salgo de la penumbra roja y doy una vuelta por la casa. Abro la puerta de la calle, me asomo, pero nunca hay nadie. Mi calle, de unos ochenta metros de largo, en pronunciada y escalonada cuesta, tiene cinco casas; sólo dos habitadas. En nuestra calle vivimos cinco personas: nosotros y los vecinos de enfrente, una pareja joven que tienen un niño, bastante displicente por cierto. Además alimentan a varios gatos a los que observo con atención desde mi ventana (cuando me aburro). Los jodidos gatos se mean con frecuencia en nuestra puerta (tengo que urdir un plan para acabar con ellos). Nosotros no tenemos animales; sólo pájaros negros que ocasionalmente anidan en nuestro patio. Ahora hay dos, pero nos ignoramos mutuamente. Los vecinos y nosotros también nos ignoramos. Durante el día vivo solo en mi calle, los demás o trabajan (como Naty), o se van por ahí, a cualquier sitio, supongo. Todos vuelven ya entrada la noche. Como decía, de vez en cuando, me asomo a la calle, que debe ser la menos transitada de la ciudad, y siempre está desierta. No deben pasar más de dos o tres personas al día y nunca los pillo.