16 de mayo. Lunes. Hace un día de espléndido sol. Siempre he sentido que, una vez instalados para siempre en la muerte (me refiero a los muertos, no a los que lo están en vida), lo que más se debe echar de menos es la luz, el sol, la lluvia, el aire, el día, la noche, los atardeceres cálidos de finales de primavera, la niebla, las tormentas, el color de la naturaleza, los ríos, el río propio, y hasta las grises y calladas piedras. ¡Tantas cosas insustituibles que configuran el hecho de vivir! Qué importante es la fisiología del mundo. Si alguien pudiera regresar a la tierra desde las tinieblas sentiría, probablemente, que el sol es distinto al que dejó cuando partió, o la luz, o el aire, o la lluvia, o la noche, e incluso que las piedras se han movido… No sé por qué imagino eso con frecuencia, y siempre cuando me siento feliz de estar vivo. Me pregunto: ¿se está agravando mi estulticia?
25 MAYO 2011
© 1982 pepe fuentes