19 JUNIO 2011

© 2011 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2011
Localizacion
Zurraquín, Argés, Toledo (España)
Soporte de imagen
-35 MM. Kodak. High-Speed Infrared 400
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2011-06-19
Referencia
4775

ZURRAQUÍN I (o las fotografías que se revelaron tan oscuras e inciertas como los recuerdos). Por fin, un sábado de Junio, por la tarde, llegó el momento de hacer una visita largamente deseada a una finca rústica de nombre extraño, Zurraquín, situada a unos quince kilómetros de la ciudad. Allí, comencé a sostenerme de pie, y a hablar, y a explorar el mundo que me rodeaba, y a sospechar que el hecho de vivir no era nada fácil. Dependía mucho de los demás, pero ellos solían tener otras cosas que hacer. Diariamente me apostaba encima de una piedra a vigilar el camino, deseando que alguien se acercara a nuestra solitaria casa y así entretenerme un poco. Aún no podía precisar verbalmente mis sensaciones, sólo recuerdo una persistente queja a mi madre: «qué hago, me aburro…» A pesar de no haber tenido una infancia maravillosa (como todo el mundo dice) en aquella finca perdida, entre aquellas ásperas piedras, siempre he sentido un vivo deseo de volver. Después de aplazarlo durante años, Naty y yo decidimos acercarnos hace dos meses. Saltamos la cadena que impedía el paso y la prohibición del cartel. Habíamos avanzado por el camino un kilómetro, más o menos, cuando nos encontramos con un tractorista que cultivaba un barbecho. Le informé de mí propósito. Escuchó en silencio. Contestó que tendríamos que volver al día siguiente, cuando estuviera el dueño. Ese día diluvió y no fuimos. Volvimos en Mayo, la cadena estaba en el suelo y pudimos llegar con el coche hasta la casa principal de la finca. Volvimos a encontrarnos con el tractorista; Nerdo, que así se llamaba, nos dijo que volviéramos en quince días, que estaría el dueño. El día fijado (cuatro de Junio), llegamos a las seis menos cuarto. Apareció Nerdo nuevamente, soñoliento, y nos informó que el dueño estaba durmiendo la siesta y que no se levantaría hasta las ocho. Como parecía estar harto de vernos, nos permitió que fuéramos a dar una vuelta por la finca e incluso subir a la casa del Acebuchal (donde viví de niño) y en la que hoy estaba el «hombre» que vivía allí. Le pregunté si creía conveniente que volviéramos después a agradecer al dueño la cortesía de permitirnos visitar la finca. Contestó que no, que no hacía falta. Evidentemente el durmiente no quería vernos y Nerdo daba muestras de un profundo aburrimiento con nuestras cosas…

Pepe Fuentes ·