ZURRAQUÍN II (o las fotografías que se revelaron tan oscuras e inciertas como los recuerdos). Iniciamos el nostálgico y quimérico paseo por un camino que iba en dirección norte, hacía la casa donde viví, situada en el Cerro del Acebuchal (El acebuche es un árbol de copa redondeada y densa, pero se suele presentar como arbusto). A pesar de haber vivido nueve años allí, en ese cerro nunca los vi. Inesperadamente, oh sorpresa, ante nosotros, un espléndido y enorme Acebuche. Lo fotografié, naturalmente. La tremenda importancia que tiene para mí ese lugar, no sólo radica en que fuera el primer escenario en el que me colocaron las circunstancias (luego, los que vienen después, no se perciben igual), sino, además, que el origen de todo sucedió allí. En los años treinta (siglo pasado), mis abuelos paternos trabajaron en esa finca y allí vivió mi padre de niño. Años después, cuando se trasladaron a la finca colindante, Loches, a mi padre le contrataron en Zurraquín de guarda y eventual panadero, para cubrir las necesidades de los gañanes de la finca. En la misma época llegaron los padres de mi madre y mi madre a trabajar allí. Mis padres comenzaron a «hablar» y se casaron. Los hechos que irían fraguando mi aparición en el mundo y mi destino, se habían citado en Zurraquín: nací de toda esa conjunción rural…
20 JUNIO 2011
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