Voy terminando con este tortuoso, y gozoso al mismo tiempo, ejercicio gimnástico de acercamiento al carrusel de los deseos sexuales, o de las pasiones, o tal vez de las adicciones. El deseo sexual es adictivo, me parece, y tal y como lo presiento, natural y nada dañino para el cuerpo y el alma, luego muy superior a cualquiera de las demás adicciones. Es proteico y gozoso, cuando se ejercita y consigue; pero eso sí, tiene el peligro de que es eterno e inextinguible (cualquier otra adicción se puede erradicar, los deseos nunca), y puede resultar devastador para el espíritu si se reprime o no se consigue. Ellos puede que escenificaran sus deseos, yo el mío que no era otro que intentar adueñarme de los suyos en una fotografía. «Puede que el deseo sea lo más irreductible del ser, lo más incansable del ser, y sólo en sujetos de muy buen conformar el deseo puede coincidir con su realidad, pues es característica del deseo no casar de verdad con nada o casi nada que pertenezca a la realidad». Jesús Ferrero
30 AGOSTO 2011
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