Lo de Cindy Sherman, era otra cosa, aunque de algún modo participa del mismo estilo de Ruff (la reiteración), pero desde otra perspectiva. Me pasó exactamente igual con ella; ambos me cansaron al mismo tiempo: cuando llegué a la mitad de sus muestras. En el caso de Sherman, me interesó mucho la serie más antigua y corta (sólo cinco fotografías): me pareció original y perfectamente resuelta conceptual y técnicamente. La de los interminables disfraces, salvo algunos realmente divertidos, me resultó monótona, plomiza e innecesaria. No sé hasta dónde quería o podría llegar, a cien, doscientos, o tal vez un millón de disfraces. Da la impresión de que su valor, como el de Ruff, es la estadística. No me gustan las obras que pretenden ser totalizadoras y luego no lo son, sencillamente porque son imposibles, no están al alcance de nadie. Pero, en fin, será que mi mirada es simplista, porque sus trabajos llevan décadas siendo adorados por especialistas y gentes de todo el mundo.
5 SEPTIEMBRE 2011
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