APUNTES SOBRE LA UTILIDAD DE UNA –TALEGA– Y UN VIAJE A FRANCIA EN AGOSTO (donde nunca estuvo mi abuelo Salvador).- Este tipo de espaldas soy yo, antes de partir con mi Talega de película sin exponer: setenta rollos de 120 mm. y diez de 35 mm., de diversos fabricantes y sensibilidades. Esperaba exponerlos todos. Mi abuelo, en una Talega parecida, llevaba la comida, un «cacho» de pan seco y dos sardinas saladas, y con eso, pasaba todo el día arando detrás de dos mulas viejas mordisqueadas por insaciables tábanos. Supongo que, viajes a una ciudad lejana (con Talega y todo) y la extinción de las mulas, demuestran que tal vez la humanidad, la agricultura, o al menos mi familia, agricultores también, ha progresado en estos últimos cien años; porque mi abuelo, además de trabajar más y comer menos, era analfabeto, y su nieto no (deseo). Si pienso un poco más en ese supuesto progreso, llego a la conclusión de que es una mera y frívola presunción, ya que realmente no sé lo que llegó a saber mi abuelo del mundo, de los demás y de sí mismo. Tampoco de su estatura ética, y ni mucho menos si consiguió ser feliz o no. Sólo sé que trabajó duramente desde los seis años hasta más allá de los setenta, y eso no fue una circunstancia afortunada. Bueno, sí sé algo de él que fue digno del mayor respeto y consideración: en los años veinte del siglo pasado, en un entorno rural, se casó con una madre soltera (mi abuela). Ese fue un gesto grande y hermoso…
25 SEPTIEMBRE 2011
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