…Este individuo, de frente, también soy yo, de vuelta de Francia, con la Talega llena de los mismo rollos que me llevé; pero ahora expuestos en Burdeos y París. La Talega de mi abuelo Salvador, cuando volvía de arar, estaba vacía, y la llevaba en el bolsillo de la pelliza en invierno, y en la mano en verano. Cuando llegaba a su casa solitaria, pobre y oscura, emboscada entre encinas, cornicabras y enebros, en un triste cerro donde vivía con mi abuela (con uno de sus hijos y conmigo a temporadas), se sentaba tranquilo y cansado a beber un vaso de vino y comerse un trozo de pan duro con chorizo unas veces, y con bacalao salado otras. A la lumbre en invierno, y en una pequeña silla en la puerta de la casa en verano. Siempre callado. Luego, a dormir temprano, porque al día siguiente había que levantarse de madrugada. Sin embargo, su nieto, ha ido a París y Burdeos y, cuando ha vuelto a su casa con la talega llena de película sensible expuesta, se ha tumbado a descansar y a tomarse una copa despreocupadamente. Ah, y al día siguiente, no tuvo que madrugar; lo único que hizo fue seguir descansando. Sin embargo, su indolente nieto sospecha que, en comparación con su abuelo, en lo esencial, no ha progresado gran cosa…
26 SEPTIEMBRE 2011
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