Crónica demorada (cursi y enfática) en dos partes, de un paseo fotográfico en el interior de la niebla (hace ya casi un año) 1ª parte: «El día siguiente, martes, decidí volver a la niebla (lo que pasó el lunes lo conté el uno de febrero y días sucesivos, de este año); elegí otro escenario. También se encuentra cerca de mi casa. En las ciudades pequeñas todo está cerca. Demasiado cerca, tal vez. La niebla era más densa y pegadiza. Sin embargo, mi ánimo, se sentía algo más ligero y desahogado. Los cerros, bajos y encrespados, cubiertos de piedras que parecía que hubieran sido arrojadas con fuerza desde las alturas, en un momento de furia incontrolada de los dioses. Las encinas, los enebros, las retamas que han crecido en los intersticios del desorden metafísico, gris e incomprensible, se vislumbraban como apariciones fantasmales. Heraldos negros de un pasado remoto y amenazador e inmutable, que percibía afligidamente a medida que avanzaba…»
1 DICIEMBRE 2011
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