…Dos, viradas al Cloruro de oro (ayer) y una en azul (hoy). Las nuevas cajas las he precintado, rotulado y guardado en un armario. En muchos casos esta epifanía doméstica ha supuesto localizar negativos y escanearlos; además de anotar cuidadosamente las características de la copia en la base de datos. Orquestar este réquiem ha absorbido demasiado tiempo del poco que me queda. El lado supuestamente positivo, es que han aflorado cerca de trescientas imágenes ocultas o dormidas. No me engaño, sé que esta engorrosa e inútil tarea ha supuesto un reencuentro y una inevitable despedida; como con los viejos amigos que te encuentras por casualidad, con los que se celebra una apresurada ceremonia: saludo afectuoso que te entibia un poco el ánimo y despedida apresurada que alivia la incomodidad de lo imposible. Las dichosas cajas sólo son un nuevo sudario, definitivo ya. Mi caso se parece al de un personaje de Exploradores del abismo, de Enrique Vila Matas: «Lo que pintaba no interesaba a nadie, y un día me cansé y me pregunté por qué pintaba y sobre todo por qué quería interesar a alguien – ¿Y sabes lo qué hice ? Me retiré. Y luego seguí pintando, como si no hubiera pasado nada». Este individuo dice haberse retirado de la actividad física y específica de pintar y seguir haciéndolo mentalmente. Claro, estaba algo perturbado. Por mi parte, para evitar ese riesgo, seguiré con la terapia ocupacional de contar copias fotográficas y manejar mi cámara; pero eso sí, también retirado.
4 DICIEMBRE 2011
© 1979 pepe fuentes