5 DICIEMBRE 2011

Vengo siguiendo desde hace años, entusiasmado siempre, la obra literaria de Michel Houellebecq. Leo sus libros a medida que va publicándolos. Me gusta mucho H., claro, si no, no lo leería. Me siento muy próximo a su mirada y a su forma de expresarla. He disfrutado mucho con su última novela: El mapa y el territorio. Curiosamente, su protagonista, es un artista plástico que triunfa clamorosamente con una exposición de pintura, después de haber abandonado la fotografía, con la que también tuvo un importante éxito fotografiando mapas Michelin. No, no se trata de un fotógrafo conceptual, aunque pudiera parecerlo; simplemente, Jed Martin, el protagonista de la historia, resulta creíble como artista, sin más. Muy probablemente, la forma más directa de llegar al éxito en fotografía, es ser un «previsible fotógrafo conceptual«; lo demás, en los tiempos que corren, es periférico, residual, o marginal, o sencillamente pasado de moda, como se prefiera. Jed Martin es un personaje curioso al que creo haber comprendido. Lo mismo me ha ocurrido con Houellebecq,  personaje de la novela, aunque sólo sea porque también me gusta el embutido y ambos hemos doblado la esquina de la cincuentena. Tampoco, como a él, me agrada la gente en general. El padre de Jed, amargado por no haber sido el artista que estaba seguro de ser, en franca decadencia y en estado de pre-muerte ineludible, es un personaje interesante y entrañable en su extrema y lúcida debilidad final. Jed Martin, el protagonista, dice a propósito del autor: «Un escritor debe tener un cierto conocimiento de la vida, o al menos permitir que lo crean. De una forma u otra, Houellebecq debía formar parte de la síntesis».