…Miércoles, veintiocho: durante días J. se preguntó, ¿hasta cuándo va a durar esto? Llevaba veinticuatro horas durmiendo apaciblemente. Su hija había llegado a un acuerdo con la doctora y consiguió, mediante modificación de la dosis que le administraban, que no tuviera que vivir la dolorosísima experiencia de su final durante varias horas cada mañana. La situación se había estabilizado y a nosotros sólo nos quedaba sentarnos a su lado y acompañarle. No sabíamos cuántos días duraría la agónica espera pero, a juzgar por el ritmo de su respiración, pausado y estable, aún podrían ser varios. A través de la ventana de la habitación quinientos cuarenta y dos, se podía ver un fragmento de la ciudad donde nació hace setenta y seis años…
16 ENERO 2012
© 2011 pepe fuentes